THE TRIP:
La ida fue muy divertida. 14 km para que caliente el V6 y la primera vía rápida que nos encontramos es la Autobahn 92 Munich-Deggendorf. Creo que ya alguna vez hablamos de ella

En esta ocasión, debo decir, los excesos fueron los menos, ya que no es aconsejable superar los 210 km/h con ruedas de invierno. La bonanza climática reinante los días anteriores al viaje me hicieron considerar la idea de poner las ruedas de verano en pos de un rodar más entretenido. Deseché rápidamente esta idea, afortunadamente como se verá.
Tráfico denso en la A-92. Nos bajamos de la Autobahn en Landau, enfilando hacia Cham con proa a la frontera checa. Se acaba la Autobahn, viene la carretera de doble sentido y camiones... Ahí es donde se agradece tener 170+ CV disponibles bajo el pie. A partir de unos 80-100 km/h, las desventajas de la F25 se soslayan en pos de una respuesta contundente. Y es que esa terceeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeera tiene duende, como dicen en el sur, o al menos eso creo. De un golpe de gas cayeron fulminados dos camiones y cuatro turismos.
Desde que Chequia es república comunitaria, el agrio carácter de sus corruptos funcionarios de frontera es mucho más suave. Para su pesar (o para nuestro alivio), Chequia no está contemplada en los tratados de Schengen, por lo que el puesto fronterizo existe de facto. Eso sí, se limita a una caseta donde conviven sin escapatoria agentes de Polizei uniformados de verde, y de Policie uniformados de azul.
El proceso para entrar en Chequia es el siguiente: Un Polizei te recoge el DNI (el menda se niega a usar pasaporte dentro de Europa), comprueba unos datos en el ordenador, y se lo pasa a un Policie con un gesto de conformidad. El Policie mira la foto de tu carnet, a continuación te mira a tí con más detalle que el búho del chiste, y tras considerar que eres la persona que aparece en la foto, te lo devuelve y puede seguir viaje.
La nena tiene sed. Chequia hace el país #7 que visitamos juntos desde el pasado mayo (casi uno por mes) y esto hay que celebrarlo. Ya a propósito la traje en reserva hasta la frontera, y le di de beber el preciado caldo checo, donde todavía es posible abrevar 98 octanos por menos de 30 CZK el litro, que viene a ser un euro.
Tenemos unos 80 km desde la frontera hasta Plzen, segunda ciudad de Chequia, cuya tradición cervecera la hizo pionera y dió su nombre a un proceso de elaboración que resulta en la variante llamada Pils. (La gastronomía, siempre, ligada a la cultura)
Dos cosas caracterizan la entrada en este sorprendente país: La profusión de los antiguos Skoda de motor trasero, y la abundancia de clubs de carretera y neón. Siendo ésta una carretera regional, aunque en excelente estado de conservación, no había nada de tráfico, así que pudimos estirar un poco las ruedas. El firme seco y el asfaltado reciente, unido a la adherencia extra que siempre proporciona el calzado de invierno, hicieron de este paseo las delicias del que suscribe, estirando la terceeeeeeeeeeeeeeeeera en rectas interminables con cambio de rasante incluido, y apurando las reducciones en zonas más sinuosas.
El último tramo, Plzen-Praha es la mejor autopista del país, según Mystique*, asi que poco que añadir, fuera de cruceros por encima de 160. Las placas extranjeras y la moderación de las sanciones eslavas hacen que uno pueda concentrar su atención en la carretera en vez de en hipotéticos radares, que haberlos haylos, y sino que se lo digan a Mystique*.
La vuelta fue algo más crítica.
Durante el fin de semana el tiempo empeoró, y cuando vas a empezar a viajar de noche, no es agradable que empiece a nevar.
Que la problemática de la nieve es variada. No era la adherencia lo que más me preocupaba, sino que como me temía, la nieve caída no tardó en ocultar las marcas viales. En la autopista a Plzen, primer tramo del viaje de regreso, llegué a perder contacto visual hasta con los reflectantes en relieve que existen en las líneas discontinuas que dividen los carriles. No toca otra: A aguantarse y a aumentar la distancia de seguridad con el vehículo precedente. Adelantar no es fácil, porque al no ver dónde acaba un carril y empieza el otro, no es infrequente que el adelantado invada tu carril, o tú invadas el suyo inadvertidamente, sobre todo si te guías por las huellas de coches precedentes. Mientras tanto, los neumáticos de invierno cumplen perfectamente en su medio natural, echando la nieve recién caída y no compactada hacia los lados en una serpentina blanca.
El temor a encontrarme en problemas por la nieve en una carretera poco transitada de un país cuya lengua no hablo, me hizo replantearme la ruta, y decidí escoger el camino largo, con predominancia de vías rápidas de alta densidad y más probabilidades de ser limpiadas. Así pues ponemos rumbo a Regensburg, la sugerente "Ciudad de la Lluvia" (por el río Regen, según su etimología), o, como se suele transcribir al español en un inaceptable ejercicio de crucifixión lingüística, "Ratisbona". Me quedo con la voz alemana, y aprovecho para sugerir a cualquiera que tenga la oportunidad que no deje de visitar esta ciudad bañada por el Danubio, que conserva un interesantísimo casco medieval y que sobrevivió intacta a los bombardeos de la WW2.
Entre Regensburg y München la cosa se puso peor: Cascotes de nieve helada inundaban el pavimento de la Autobahn, crugiendo bajo las ruedas y haciendo la conducción muy delicada. A la altura de Freising, una curva helada me descolocó un poco el coche, sin más consecuencias que un pequeño susto. No se puede bajar un momento la guardia si decides viajar en invierno. Estas vicisitudes hacen que el viaje canse. Y como creo que me fui por las ramas en este capítulo, creo que voy a dejar lo que falta, así como las fotos, para mañana.